lunes, 13 de junio de 2011

Feria del Libro

A la Feria del Libro de Madrid acudimos como cada año en hordas, igual que el cazador solitario que se mezcla con la muchedumbre para atrapar una suculenta presa que hecharse al colmillo. Alejado de la tranquilidad de las librerías o de las bibliotecas, el lector visita la Feria en estado salvaje, dispuesto a soportar pisotones, codazos y empellones sabedor de que en cualquier instante será él mismo el que los dispense.
Es agradable no obstante, sentirse cobijado bajo tanto árbol (que no es sino el padre vegetal de tanto papel), mientras caminas y buscas, consciente de que se da una simbiosis especial entre la Feria y el Retiro, como si uno y otro se hubieran creado para cohabitarse. Y más aún este año, en que se aloja una bellísima exposición sobre los Bosques del Mundo comisionada por Joaquín Araújo.


Al terminar, te sientes un poco ebrio de tanta caseta, tanta gente y tanta palabra. Pero la sensación es igualmente satisfactoria y sabes (como el año pasado, como todos los años) que volverás al siguiente, máxime cuando miras hacia arriba, y ves el cielo malva de junio que todavía incendia el Paseo de Coches del Retiro.