Para dar sombra
rasgo mis ojos con el filo eléctrico del sol
de esta impúdica primavera
y me siento a escuchar de dónde proviene la sangre
que aquilata la vida promiscuamente humillada.
La hierba se vuelve hacia mi
con su oleaje
pero no consigue arrastrarme hacia el arroyo
ni tampoco me deja ver tu miel
entre la fiebre derramada por el fuego de la mañana
ni entre el pedregoso minimalismo del aire.
Ningún pájaro
viene a socorrer al hermano pájaro herido.
Me refugio en el bosque
y me fundo con las bestias.
No es fácil agarrar el agua
para degollar sus gotas.
Cuento los siglos.
Recurro al silencio.
Soy el huésped ingrato
el criminal elíptico.