miércoles, 6 de julio de 2011

El pelo, el pelo

Recuerdo ahora el momento exacto en que decidí dejarme el pelo largo hace ya unos cuantos años. Andaba paladeando el Mortal y rosa de Umbral: "El pelo, el pelo. El pelo era antorcha que lucía en la noche lírica de mi adolescencia. Ahora es una antorcha apagada que queda triste y estoposa en la claridad diurna de la lucidez adulta. Por mi pelo han pasado mareas y épocas. Un pelo es como un mar, un cabellera es un océano, una melena es agua que pasa, río en el que no se bañarán dos veces las manos desnudas de la mujer." Y en realidad lo que quería no era dejarme el pelo largo o mantenerlo, sino acercarme a ese bosque de letras, penetrarlo, fundirme en ese bioma de sintaxis y metáforas, alojarme en esa exactitud de palabra o al menos ser un animal colindante.
Después, una vez que por mi pelo han pasado mareas y épocas, o mejor dicho, después de que el otoño haya asolado mi cabeza, mantengo intacto el deseo, en cada copo de luz, en cada mañana, en cada tarde que se marchita sin que el viento pueda rozar siquiera las copas más altas del bosque.
 
Y todo, a pesar de ser "el interior de una lentísima manzana cayendo silenciosamente en el tiempo".